martes, 6 de mayo de 2008

Prisionero

Hoy os traigo un fragmento de una de las obras más conocidas de Pedro Calderón de la Barca: La vida es sueño. Este drama filosófico estrenado el teatro en 1635 nos transporta a la corte de Polonia donde el protagonista, Segismundo, permanece en cautiverio desde su nacimiento desconocedor de su propia identidad.

Él es en realidad el heredero al trono, pero su padre, aconsejado por un oráculo que predice que Segismundo sería un rey cruel y despiadado, decide ocultarlo desde su infancia en la cárcel del reino. Basilio, el rey, idea un engaño para ver si Segismundo es realmente inhumano y violento: le llevan drogado a palacio y le permiten ver cuál sería su destino, pero guardándose la posibilidad de hacerle creer que todo fue un sueño, en caso de que se demuestre malvado.

Según despierta en palacio, Segismundo comete todo tipo de atrocidades, con lo que su padre decide de nuevo encarcelarlo y dejar a sus sobrinos sucederle en el trono para salvar a su pueblo de un rey tiránico y sanguinario.

Tengo que admitir, que aunque estudié esta obra en su tiempo, nunca me la leí entera, cosa que deberé hacer algún día (cuando la pila de libros de mi mesilla disminuya). De las escenas que conozco, este es uno de mis fragmentos favoritos. ¡Espero que os guste!


¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y cruel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)

1 comentario:

Nacho del Val dijo...

Siempre he creído que tras los versos de esta obra genial se esconde algún tipo de sortilegio hipnótico, una invocación mágica y cadenciosa que explora los cimientos básicos de la condición humana, sus miedos, sus interrogantes seculares y su frustración ante su incapacidad de resolver sus dilemas existenciales. la Vida es Sueño destila una belleza conmovedora y sutil, que sirve como marco para exponer una increible reflexión sobre el sentido de lo humano.